El Juicio Particular: En el monento de la muerte, cada persona recibe su recompensa eterna o castigo en su alma. Si muere en un estado de gracia, en amistad con Cristo, recibe la entrada al Cielo (ya sea inmediatamente o a través de la purificación). Si muere fuera de la amistad con Cristo, sin haber aceptado la misericordia amorosa de Cristo, la persona permanecerá separada de Jesús en la condenación eterna.
El Infierno: no podemos estar unidos con Dios a menos de que hayamos elegido amarlo. Si cometimos un pecado grave contra Dios, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos, y gallamos en arrepentirnos y aceptar la misericordia de Dios, entonces siempre estaremos separados de Él por nuestra propia y libre elección. Esta autoexclusión definitiva de la unidad con Dios se llama el Infierno.
El Cielo: Los que mueren en amistad con Dios y están perfectamente purificados verán a Dios como es, cara a cara en el Cielo. El Cielo es la perfecta comunión de vida y amor con la Santísima Trinidad y todos los ángeles y santos. Esta comunión perfecta con Dios es el cumplimiento de todos los deseos humanos y el estado de felicidad completa.
El Purgatorio: Hay algunos que mueren en amistad con Dios, y sus almas tienen la seguridad del cielo, pero primero tienen que someterse a una purificación antes de entrar en plena comunión con Dios en el Cielo.
Oraciones por los Difuntos: los Cátolicos rezan por los difuntos para que su intercesión amorosa pueda contribuir a la purificación de las almas y acelerar su unión con Dios en el Cielo.
El Juicio Final: Al final de los tiempos, Cristo vendrá de nuevo en gloria, nuestros cuerpos serán resucitados, y toda la humanidad se enfrentará al Juicio Final, en el que la verdad de la relación de cada hombre con Dios se hará conocida y las consecuencias de las acciones de cada persona serán reveladas.