Ningún ser humano, incluso el más santo, pudo ser capaz de asumir los pecados de toda la humanidad y ofrecerse a sí mismo como un sacrificio para todos.
Jesucristo es Dios y Hombre.
Totalmente humano, Jesús puede representar a la familia humana y ofrecer un regalo de amor en nombre de toda la humanidad. Ya que también es totalmente divino, Su don de amor adquiere un valor infinito, que ofrece el sacificio redentor perfecto para todos.
Cuando decimos que Jesús "descendió a los infiernos" en el Credo, esto no se refiere al lugar de la condenación, sino al lugar de los muertos... Jesús en Su alma humana unida a Su Persona divina fue al lugar de los muertos y abrió las puertas del cielo para los justos que le habían precedido.
Jesús verdaderamente resucitó de entre los muertos.
Por Su muerte, Jesús nos libera del pecado. Por Su Resurrección, Él nos abre el camino a una nueva vida en Él para que podamos llegar a ser hijos de Dios y tener vida eterna.
Por Su Ascensión al cielo, Jesús nos precede en el Reino glorioso de su Padre en el cielo.
Jesús nos invita a participar en el ministerio de Su muerte y Resurrección, uniendo nuestras vidas enteras, nuestros trabajos diarios, alegrías y sufrimientos, con la Cruz de Cristo.